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Crónica de los pueblos abandonados II

Llegó el 23 de Abril de 2003 tras muchos preparativos tratando de hacer que ésta excursión fuera una segunda parte de los Pueblos abandonados que realizamos el año pasado y tanta huella dejó nos encaminamos hacía otro día lleno de horas, kilómetros y paisajes.

 

A las 7h de la mañana ya estábamos casi todos planeando una jornada de fotos, charlas, un buen almuerzo y claro el paseo.

 

Ya en Sabiñánigo, concretamente en Mi Casa, nos mentalizamos, había que andar 27 kilómetros unas 10 horas, necesitaríamos combustible, el conductor del autobús, Ángel, estaba con nosotros, y teníamos 25 minutos, para dejar un plato de huevos fritos vacío, tomar café o lo que tocara almorzar.

 

Ya en Oliván tocaba hacer maniobra con el autobús y ya conocemos a Ángel, un poco de marcha atrás, y pista forestal.

 

Listos, bajamos del autobús, nos calzamos las botas, crema en la cara, gafas de sol y gorro para la cabeza, otros aprovechamos para calentar un poco, poner en funcionamiento las emisoras, repartirnos los puestos y listos con el bastón en la mano.

 

Con los ojos más abiertos que una hora antes nos ponemos en marcha. Las fotocopias nos anunciaban pueblos especiales, abandono que acompañar unos instantes.

 

Por la emisora discurren las horas, a 6 minutos está Agustín. Son las 10 y media; me comunica por la emisora.

 

Señales por el camino. Bajo un sol despejado y con algo de brisa; tendremos buenas fotos, nos coronan bellos parajes, se ve nieve en lo alto, huele bien, se respira hondo. Primeras risas para coger ritmo y charlas en el camino, agua, y se nombra el vino que pronto pediremos. Se nos une “Alfajarín”, más risas y  cotilleos por la emisora, aún quedan baterías para rato.

 

La pista hace una U y ascendemos por senda, hay que reducir el ritmo, no hay prisa, aunque “Agus” nos saca ya 12 minutos. Se nota el repecho, pero así vemos mejor los bancales (lugares de cultivo). Martín la goza explicándonos la vida en el campo, la huella humana y los que le escuchamos, gozamos doble. Alberto nos hace reír con sus imitaciones de Carlos Jesús, ¡qué no falte el humor!

 

Ya se ven las casas, paredes de piedra sin cemento, muros que se sostienen sin nada más que su propia estructura. Impresionada estoy.

 

Cotos de caza, paso de ganado y luce el sol. Unos cuantos han ido a ver un antiguo molino.

 

Tendremos que volver a verlo otro día. Ahora está todo en flor, pronto se verán los frutos.

 

Cuerpos tumbados en la pradera, se retoman fuerzas, quedan dos pueblos más-

 

Ainielle, abre boca para empezar. Paseamos entre zarzas y ortigas, acampan ahora que no hay mano humana que las arranque del paso, desolan el paisaje, brotes de abandono, de historias sin acabar. No se oyen otras voces, ni se ven huellas de vida diaria. Sólo turistas de un rato, que pasan por ahí para atar en su memoria estos instantes y hacer que de algún modo sigan vivos en la memoria, éstos pueblos que aún aparecen en los mapas.

 

Éste conserva parte de la iglesia, hay un Cristo con velas y hasta un cuaderno que recoge frases, permite expresar lo que dicta el corazón y los pensamientos en cualquier idioma. Cementerio sin flores, tejados al aire que sustituyen las maderas por las estrellas, techo abierto.

 

Cuanta soledad acompañada, contrastes de color, roca y verde. Vuelve Luis del Molino, con una sonrisa de satisfacción, ha descubierto el regalo tras el envoltorio de zarzas y Carlos, con algún arañazo, porque el camino que llevaba al molino se ocultaba tras ellas, las zarzas. Lo más bonito se resistía a aparecer tan fácilmente.

 

Camino a Basarán, “Agus” encamina la marcha, y seguimos las instrucciones de Luis:

 

-Cruce de caminos, Javier tienes que escoger la pista, el camino de la izquierda nos llevaría a Escartín. Las 12:15 Patri, oigo a Agustín, describe por donde tenemos que seguir, llegamos a Basarán.

 

Nos espera una comida compartida en compañía, ese vino de bota, fresquito. Y el eco de las voces que repiten lo mismo:

 

-¡qué lugar más bonito, hay que volver! ¿Qué pasaría con las gentes? Ha debido  ser duro marcharse de aquí o quedarse solos, viendo como otros se van.

 

-Y aquello ¿qué es?. La cárcel...

 

Buscamos la casa de los arcos, las ventanas están pintadas de azul, querían espantar a las brujas, y tras esas rocas se ve una bodega.

 

Calor, el sol brilla, sobran ropas y surgen sombrillas en el paisaje, pradera y piedras para descansar y por sonidos: las voces, los pájaros, y nada más.

 

¡Que tranquilidad!

 

Nos separamos, los que han agotado sus fuerzas se quedan en Basarán, llevarán otro camino de vuelta, otro grupo más numeroso nos vamos a Cortillas, merece la pena verlo después de haber llegado hasta tan cerca. Aunque se nos quedó Cillas para la próxima ocasión.

 

La entrada es espectacular, vacas, camino embarrado, pero se ve humo, hay gente viviendo, una familia que conversa con algunos de nosotros. Se ven campos de pasto, se ve vida serena.

 

¿Quién podría estar allí habiendo vivido en una ciudad?, les envidiamos un ratito nada más. La casa, mezcla modernidad con pasado histórico, tiene brujas de forja en su balcón y ciervos en su fachada.

 

Tomamos el camino de vuelta, hemos hecho fotos y disfrutado de la belleza de los parajes, nos espera una pista por delante recogiendo nuestras voces, nuestro cansancio, nuestra alegría de estar allí.

 

Aún quedaba por ver un árbol milenario que resultaba sorprendente a la vista, su tronco, sus anchas ramas, apartado del camino reclamaba nuestra vista.

Y el río refrescó nuestros pies al llegar. Sólo quedaba estirar un poco los músculos para relajarlos antes de dormir en el autobús, pequeñas ampollas, pies doloridos, pero muchas caras satisfechas, otra jornada más de Naturaleza, otro día lleno de buenos ratos. Otro pueblo abandonado que recibe nuestras visitas, Soñaré que vuelvo a éstos pueblos, en el autobús.