En previsión de que las condiciones para el descenso no fuesen a mejorar decidimos organizar una partida de "rescate". Así que movilizamos el Club para constituir a todoa prisa una equipo de montañeros altamente expertos en condiciones de montaña invernal y esquí de travesía y que además pudiesen faltar un lunes al trabajo.
Se acordó salir de forma más o menos simultanea, el equipo de rescate y nuestro grupo, para que pudiesemos tener huella y apoyo si fuese necesario al final de la cuesta del fraile.
Después de una noche más o menos tranquila amenecimos con un cielo menos cubierto y, lo más importante, teniamos visibilidad y había amainado el viento. Así que alrededor de las nueve nos pusimos en marcha e iniciamos la aproximación a la temida cuesta. Realizamos el descenso siguiendo el protocolo de seguridad para zonas con riesgo de aludes. Resultó bastante penoso ya que una horrible costra producida por el viento cubría una gruesa capa de nieve polvo-humeda. Se bajó como se pudo ya que a excepción de los más expertos el resto utilizamos la técnica de giro y al suelo, la del derrapaje a trompicones al romperse la costra y otras de similar escuela.
Ahora entendeis por qué no hay fotos de ese memorable descenso. Al final de la cuesta tomamos el camino para abandonar al poco tiempo los esquís por la falta de nieve esquiable. La nieve que había arrastrado el viento y que pensabamos que se habría acumulado en esa zona, debía de haber seguido valle abajo.
Continuamos sin problemas el descenso hasta encontrarnos al poco tiempo con el equipo de rescate. Allí estaban Toya, Luis, Guti, Fernando, Champi y Manolo cargados de todo tipo de bebidas y delicias comestibles. Además de abundante té caliente trajeron por si las moscas vino y cerveza. Nunca se sabe cual puede ser el mejor reconstituyente. Después de reponer fuerzas seguimos en dirección al Balneario donde nos esperaba nuestro "Presi" para asegurarse de que llegábamos sanos y salvos.
Después de una comida de hermandad a las puertas del refugio bajo un increible sol primaveral, volvimos a Zaragoza, sólo que un día más tarde de lo previsto.
Sirva esta crónica como muestra de agradecimiento a la respuesta generosa e inmediata que nos ofreció todo el equipo de rescate. Aunque estas situaciones no son nunca deseables, hay que reconocer que te llenan de orgullo al comprobar la fuerza de los vínculos de la montaña y la amistad.
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