ACONCAGUA 6.960’8 m

Manolo López Sarrión nos relata su ascensión en solitario al techo de América

Su nombre en quechua akonkauak podría significar «la roca que mira sus alrededores», o «centinela de piedra». Desde los Andes Centrales y rodeado de cimas de más de 5.000 metros como el Ameghino (5.918 m), el Mirador (5.512 m), el Cuerno (5.400 m) o el Tolosa (5.300 m), el Aconcagua, con sus «casi siete mil» metros convoca a montañeros de todo el mundo que se enfrentan a retos psicofísicos hasta hollar su cima, desafiando a la naturaleza y a la vez, comulgando con ella.

ACONCAGUA 25 EXPRÉS

Nuestro protagonista se había incorporado a un grupo organizado que tenía trazado un plan de aproximación y aclimatación. Dicho plan es muy efectivo para lograr la aclimatación de los miembros, pues sitúa el día de ataque hacia el final del período.

El inconveniente es que luego apenas hay margen si el tiempo no acompaña. Y que los que aclimatan pronto se ven obligados a esperar, perdiendo oportunidades.

A un verano austral con una innivación excepcional en el Aconcagua, se le añadieron las bajas temperaturas, los fuertes vientos y nuevas nevadas durante los días previstos para atacar. El intento se vio frustrado y lo peor es que la montaña quedó cubierta por una capa de nieve con abundantes y peligrosas placas, desaconsejando nuevos intentos incluso si el tiempo mejoraba.

Visto el panorama, se decidió desmontar el campamento intermedio y dar por concluida la expedición.
Durante las tareas de recogida, el viento siguió soplando intensamente, barriendo de nieve muchas zonas y adelgazando las placas.
No conforme con cosechar un fracaso tras el tiempo, la preparación y los recursos empeñados, surge una idea en principio descabellada. Atacar directamente y en solitario desde el campo base, sin pernoctar en campos intermedios, salvando los 2.600 m de desnivel que lo separan de la cima. Y guardar fuerzas para volver. Todo ello en un día. Parece una locura, pero la aclimatación es óptima, la preparación física suficiente y la mayor parte del trayecto conocida. Tan sólo hay que calcular las cantidades de comida y agua, llevar lo imprescindible y, si surge un imprevisto, tirar de ingenio.

Dicho y hecho, tras descansar día y medio, a las 20 horas del día 19 comienza el asalto. Se van cumpliendo los plazos durante una cerrada noche en la que no hay más opción que seguir ascendiendo. Van quedando atrás los campamentos de las otras expediciones y, tras el amanecer, a una altitud considerable, el ritmo se hace más lento. Frío intenso y viento persistente. La parte final es la más dura pues hay mucha nieve y cuesta abrir huella.
Exactamente a las 12 del día 20, tras una sencilla trepada por hielo y roca, la mitad del objetivo conseguido: cima del Aconcagua (6.961). La otra mitad es el retorno al campo base, descendiendo tranquilamente los 2.600 m de desnivel evitando excesos de confianza. La abundancia de nieve ayudó en la bajada y sobre las 17 h, llegada al campo base. En total 21 horas de actividad ininterrumpida.
Misión cumplida.

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